La Divina Misericordia

DEVOCIÓN






La verdad de que Dios es amor y misericordia es esencial en la revelación. La definición más sublime del misterio del amor misericordioso del Padre nos la dio Jesucristo en la parábola del Padre fiel y el hijo pródigo (Lc.15,11 ss ). Jesús es el icono perfecto del Padre misericordioso. En el crucificado se cumplen las palabras pronunciadas en el cenáculo “quien me ha visto a mí ha visto al Padre”.

La Iglesia desde su nacimiento en el día de Pentecostés, a lo largo de los siglos vivió este misterio del amor y la misericordia de Dios como núcleo vital, el corazón que la vivifica y la mantiene en la existencia y el centro de su mensaje: Dios es amor y misericordia. El Espíritu suscitó en todas las épocas una multitud incontable de hombres y mujeres que experimentaron de un modo extraordinario este amor misericordioso de Dios en sus vidas y lo supieron comunicar a sus hermanos con carismas diversos. Este fue también el ímpetu de los doce Apóstoles y de las primeras generaciones de cristianos que llevaron el Evangelio, hasta el confín de la tierra.

En el año 1931, Jesucristo resucitado se manifiesta a Santa Faustina Kowalska, una humilde religiosa en el corazón de Europa, en la ciudad de Plok (Polonia). Jesús se manifiesta como la misericordia infinita del Padre, fuente de salvación y de gracias para todos los hombres. El 30 de septiembre de 1980 Juan Pablo II, publicó la Carta Encíclica “Dives in misericordia”, verdadero tratado sobre la misericordia divina. En ella el Santo Padre sienta las bases bíblicas y teológicas de esta espiritualidad y la propone como uno de los aspectos esenciales de la nueva evangelización. El Papa llama a toda la Iglesia a practicarla, proclamarla y pedirla: es menester que la Iglesia de nuestro tiempo adquiera conciencia más honda y concreta de la necesidad de dar testimonio de la misericordia de Dios en toda su misión, siguiendo las huellas de la antigua y nueva alianzas, en primer lugar del mismo Cristo y los apóstoles” (Dives in misericordia, intr. al Cap. VII). El 30 de abril del año jubilar 2000, Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina Kowalska ante una inmensa multitud de fieles de todo el mundo.

Por expreso deseo del Santo Padre, se concede indulgencia plenaria a todos los fieles que durante la fiesta de la Divina misericordia, segundo domingo de pascua, asistan a la Eucaristía, se confiesen sacramentalmente y oren por las intenciones del Papa.